2011/03/23

Irurtzungo mahai inguru zenbait hezkuntza ereduri buruz

Irurtzungo emakume talde batek antolatuta, amaitzear dagoen hilabete honetan ekimen sorta interesgarria izan da herri horretan. Guztiak emakumea izan dute ardatz. Mahai inguru bat ere egin dute, zenbait hezkuntza ereduri buruz. Horretan parte hartzera gonbidatu gintuzten, Oihanzabal Eskolako Gurasoen Elkarteko kideoi. Eskolan eztabadaitzen ari garen proiektuaren berri bazuten, nahiz eta proiektuaren edukiari berari buruz ez duten argibide zehatz askorik. Eta horren harira, gure ahotsa entzun nahi zuten. Gurasoen Elkarteko bi kide, Lander eta ni neu, Arantxa, izan ginen bertan, pasa den martxoaren 17an, gure esperientzia eta bizipenak kontatzen. Guztiz pertsonala izan da guk han bildutakoei azaldu dieguna.

Gurekin batera Olga izeneko hezitzaile eta ama bat zegoen. Hark CEEPA (Autonomiarako Hezkuntza Zentroa) zer den azaldu zuen. Ekarpen interesgarria izan zen. Rebeka Wildek eta bere senarrak Ekuadorren martxan jarritako zentroen ildotik doa azken urteotan hemen bertan, Nafarroako Gasolaz herrian dagoen ‘eskola’.

Jarraian datorrena Landerrek eta biok han kontatutakoa da. Norbaiten interesekoa izango delakoan… on egin!

(*) Haiek eskatuta gaztelera hutsean egin genuen gure hitzalditxoa, Irurtzungo eskolan bi hizkuntza eredu egon arren eta Gurasoen Elkarteko kide gehienak D eredukoak izan arren, ekimen gehienak hizkuntza horretan egiten dituztelako.



1. ACERCAMIENTO. PRIMER CONTACTO

El acercamiento a la escuela es para la persona adulta un poco inquietante.  Después de muchos años sin tener contacto ni con escuelas, ni con maestras, una cría a sus hijas sin saber muy bien a qué edad empieza la escolarización. ‘A los dos’, le dicen a una en el mercado. ‘No, es a los tres, aunque ahora, la mayoría va directa desde la guardería y empiezan a los dos’. ‘Bueno, los niños, ya se sabe, donde mejor están es en la escuela, con sus amigos…’, le recuerdan.

Pero puede que durante la crianza se sienta eso que algunos llaman ‘el instinto nido’, el deseo de blindar la casa y el entorno más cercano a la casa y a la familia. Y romper ese nido, o abrirlo, es algo inquietante. Provoca también curiosidad. Y puede dar mucha pereza. Y una niña de 3 años –por cierto, la escolarización obligatoria empieza a los 6 y de 3 a 6 años se ofrece el servicio de educación infantil-, es muy pequeña aún para alejarse tanto y durante tantas horas del nido.


Antes de que mi hija cumpliera 3 años, me preguntaba si quería o no que mi hija fuera a la escuela. Intentaba ser sincera conmigo misma. Lo de que los niños necesitan socializarse, no me encajaba. No a cuando tienen 3 años. No de 9 de la mañana a 4.30 de la tarde. Nadie necesita socializarse tantas horas.

Así que me cuestionaba todo eso, mandarle a la escuela sí o no. No era su necesidad, ni era la nuestra, la de su padre y la mía. Sin embargo, no todo se hace por necesidad. Y yo me convencí a mí misma con un argumento que ahora mismo me hace un poco de gracia. Para mí es muy importante el idioma, la lengua materna. Así que pensaba que a mi hija le vendría muy bien tener una entrada lingüística fuerte e intensa que complementaría lo de casa’.


Así que con estos detalles, lo que os quiero contar aquí es que mi acercamiento a la escuela ha sido de recelo. ‘Yo te dejo a mi hija un ratito. Te la mando así de maja. A ver cómo me la devuelves’, pensaba a veces.


Y otra anécdota. Antes de que mi hija mayor, que ahora tiene 7 años, cumpliera los tres y antes de empezar a la escuela, un grupo de gentes amigas nos reunimos en un pueblo durante un fin de semana para hablar de la educación sin escuela. Fue en Beizama, un  precioso pueblo entre Tolosa y Azpeitia. Lo cuento, porque curiosamente, yo iba de colonias allí cuando era pequeña. Y allí, nos reunimos gentes de distintas procedencias para hablar sobre todo de lo pernicioso de la escuela. Y recuerdo que yo defendí la escuela, defendí, porque así lo creía y ahora lo veo más claro, la escuela pública, la escuela que generaciones anteriores a la nuestra construyeron y que yo considero que hay que usar. ‘Tenemos que usar esa escuela y hacerla nuestra. Tenemos que valernos de ella, en la medida que nos sirva y que queramos’. Alguien me calló la boca diciéndome que ‘era un poco ilusa, porque antes de que yo pudiera servirme de la escuela la escuela se estaba ya sirviendo de mí. La escuela te usa a su antojo antes de que tú puedas sacarle algún provecho’. En aquellos encuentros no cuajó nada.


Cuando llega el momento en que tus hijos tienen edad de escolarizarse piensas en cómo te gustaría que fuera  su escuela. La referencia lejana que tenía yo era la de mi propia escuela, es decir, la de los años 70-80. Pensando en eso y conforme iba conociendo la de mis hijos observé que las mayores diferencias eran las derivadas de que Oihanzabal es una escuela de pueblo. Es pequeña y de ello se deriva una cercanía en las relaciones personales y una interacción entre madres, profesores y niños cercana y rica. La tutela de los maestros es muy efectiva y comprende también el aspecto emocional por ese dimensión. También es fácil que entre las madres se establezcan relaciones en torno a la escuela como así ocurre y que también los maestros sean muy accesibles a las madres.

Sin embargo, y a excepción de preescolar, donde el juego tenía un espacio fundamental, la impresión que tuve es que había una dinámica en la escuela bastante similar a la de hace más de 30 años: una determinada disciplina(el castigo físico sí que está “criminalizado”), un determinado orden, una jerarquía de objetivos. En definitiva, un aprender frente a educar.

La escuela a menudo ha sido una institución de reclusión cuya finalidad ha sido la de adaptar a los niños a unos valores dominantes. En cierta manera ha sido una labor de domesticación. En este modelo la imaginación lógicamente tiene poca cabida. Como quiera que en los últimos años aquí sí ha existido una mayor igualdad de oportunidades a través de los estudios puede dar la impresión de que el modelo educativo es exitoso. Pero el acceder a un mayor poder adquisitivo de otras capas sociales no significa necesariamente que el nivel cultural de la sociedad sea mayor y ni  que la tan traída y tan llevada educación en valores –se suele equiparar a educación religiosa y modelo concertado– esté propiciando una sociedad más justa. Tampoco en lo relativo a la salud mental y social creo que la educación haya conseguido mejoras cuando las neurosis y la soledad son tan  características de nuestro tiempo.

La desescolarización, las escuelas alternativas y la educación en casa (ésta menos) vienen para mí a intentar solucionar esa problemática. En ellas el niño es el centro de todo y la libertad es el valor fundamental. Se pretende adaptar la actividad de los educadores a los ritmos y necesidades de los niños rompiendo la rigidez   en la actividad de la escuela clásica y trabajando con imaginación los saberes científicos a través de la experimentación que potencia la motivación y la curiosidad. Son también lugares dimensionados donde lo emocional se desarrolla en cercanía. La autoestima tiene terreno abonado y la cuestión de resolución de conflictos también tiene una dimensión más humana.


2. ENTRAMOS EN LA ESCUELA

De entre los modelos anteriores yo lo tengo claro. Pero el carácter público, el tamaño y los horizontes de la escuela Oihanzabal hoy, hacen que sea para nosotros ahora el sitio donde queremos estar. Incluso es uno de nuestros motivos fundamentales para vivir aquí.

Ya he comentado algunas de las virtudes de que nuestra escuela sea pequeña y voy a opinar sobre la virtud de que esta sea PUBLICA. Primero porque es una conquista social el derecho a la educación. (Es más cuestionable que sea una obligación). En una etapa de neoliberalismo y de crisis el retroceso de los derechos sociales es proporcional al crecimiento de las fortunas de los más ricos hasta el punto de que el público es un modelo que puede sufrir retrocesos. Si además de público es euskaldun en Nafarroa, se puede hablar de precariedad. Este año se están negando subvenciones a numerosas Apymas. Ante toda esta problemática, es el compromiso y la participación lo que debe suplir esa precariedad  y dotar a la escuela pública de identidad dinámica y transformadora. Yo tengo mucha confianza en la capacidad que tenemos de suplir esas necesidades.



Sí, al final, matriculamos a nuestra hija en la escuela pública, euskaldun de nuestro valle. No empezó en septiembre, sino algunos meses más tarde. Y durante los dos primeros años fue solo por la mañana. No se me olvidará que apenas cuatro días después de haber empezado en la escuela, una mañana mientras desayunábamos en casa, levantó la cabeza del tazón de leche y mirándome a las ojos, como queriendo interrogarme, me dijo: ‘Puta’. ‘Ay, pensé, recordando aquella  entrada lingüística fuerte e intensa que me había movido finalmente en dirección a la escuela.  

Fue pasando el tiempo. A mi hija le gustaba lo del autobús, lo de ir todas las mañanas en autobús; estar con su grupo, siete niños y niñas de la misma edad. Pero, lo de la socialización me seguía sin encajar. Yo le sentía que iba a la escuela feliz, en su pequeño autobús; y volvía bastante cargada. ‘Salen reventados’, se dice habitualmente. Y yo creo que salen muy tensos de la escuela, salen muy cargados, muy contenidos.


Y llegó la primera reunión con la tutora de mi hija: una chica majísima y muy dulce. A parte de los saludos, toda la reunión se desarrolló en castellano, lo que me dejó boquiabierta. A pesar de que a la tutora le costaba muchísimo hablar en castellano y de que cinco de los siete asistentes éramos vasco-parlantes. Me fui haciendo consciente de qué significa aquí y ahora una escuela pública vasca.

Por lo demás, en la escuela encontré maestras y maestros que yo notaba que se ponían un poco nerviosos estando conmigo. Me empecé a dar cuenta que las maestras, en general, vivían son tensión o con inseguridad el trato con las madres y padres. ‘Bueno, me decía yo a mí misma, nos conocemos poco y es normal. Además, son tan jóvenes!’. Y recordaba mis propios recelos e inquietudes.

Luego llegó la primera reunión de la Apyma. También íntegramente en castellano. Allí se leyó el acta de la reunión anterior, se pidió que se firmara, y se habló… no recuerdo muy bien de qué. A sí, de la renovación del consejo escolar. No entendía muy bien qué era, quiénes eran de la Apyma, quiénes del consejo escolar, quiénes estaban aquí, quiénes allá… En la segunda reunión se nos dijo que era importante renovar la junta de la apyma, que algunas madres estaban ya cansadas y que teníamos que entrar gente nueva. Me hice secretaria de la Apyma. Se me entregó un libro  actas, de esos que no había visto desde mi infancia cuando iba a llevarle el bocadillo a un tío mío a la oficina del banco donde trabajaba. Me sorprendió que existieran todavía.

Así, empezamos a acudir a reuniones de madres y padres. Reuniones que se complementaban con los encuentros en el portal de la escuela o en algún bar de la zona. Empecé a conocer a otras madres y padres. Y empezamos a hablar entre nosotras de educación: de qué nos preocupaba, de qué queríamos, de que soñábamos para nuestros hijas.

La herencia que recibimos de la anterior junta de la apyma era la de un grupo de mujeres activas, que puso en marcha el comedor escolar, preocupadas con la asistencia a clase de los niños durante los inviernos duros en los que las nevadas impiden a veces acudir a clase y que participaban activamente en la dinamización de fiestas y celebraciones relacionadas con la escuela.

Pero además. la gente, los padres y las madres, con las que yo me relacionaba más hablaban de cómo hacer para que sus hijos supieran solventar o hacer frente a los conflictos de manera sana,  de cómo hacer para que la escuela y nosotros en casa no ahogáramos la creatividad y la curiosidad de nuestros hijos… Hablábamos de todo, de escuelas reichianas, de escuelas libres, de expresión corporal, de expresión musical… Y lo queríamos todo. Y no sabíamos ni por dónde empezar.

Y un poco sin querer queriendo, empezamos por nosotras mismas. Con motivo de la fiesta de fin de curso, hicimos una pequeñas parodia de un taller padres y madres. Y así, con unos buzos, unas escaleras y tal y tal y tal… parodiamos unas madres que entraban a un taller mecánico a que les hicieran unos ajustes. O arreglos. Sí, nosotras queríamos empezar por nosotras mismas. Si íbamos a estar en la apyma queríamos hacer algo que tuviera que ver con nuestras inquietudes y anhelos.

3. CAMBIOS EN LA AMYPA


Es en el compromiso y en la participación como se entiende la actividad de la Amypa de Oihanzabal. Somos un conjunto de madres que nos venimos reuniendo desde hace unos cinco años en junta. Más allá de cargos o estructura formal de asociación, hemos tratado de que sus reuniones sean abiertas y que participe el mayor número de gente posible.

La realidad es que con nuestros altibajos hemos intentado ser transformadores. Nunca hemos injerido en la forma de hacer de los profesionales pero hemos hecho propuestas para lograr una escuela más acorde a este tiempo.

Se ha mantenido un modo de funcionamiento asambleario donde todas las opiniones cuentan y donde se busca el consenso con la buena voluntad como punto de partida. Nuestras inquietudes han girado en torno a definir en un proyecto de centro el modelo educativo de Oihanzabal. En él para nosotras debían tener importancia que la escuela
tenga las puertas abiertas a las personas de Basaburua, así como que los niños salgan a la calle. Que el juego sea una actividad importante. Que se fomenten la participación real, la imaginación. Que las artes plásticas tengan mayor presencia, etc.
En este tiempo la evolución de nuestra actividad ha tenido diferentes momentos. Al comienzo propusimos estas inquietudes de cambio y provocamos el recelo de familias que nos tacharon de entrometidas y poco respetuosas. Como no teníamos  propuestas factibles (la ley no permitía alterar el curriculum). Pasamos así a intentar formarnos en torno a temas pedagógicos con intención de promover un debate en lo que se denominó escuela de padres. A la vez pensamos que esa carencia que de lo creativo tenía la escuela se podía suplir con la organización por nuestra parte de un día especial en que organizáramos toda la actividad.

Fue así como se organizó el día del arte hace dos años y el del circo hace un año. Y han sido un éxito. Los niños se lo pasaron bien y nos ganamos el respeto de maestr@s. Ya por aquel entonces ell@s habían empezado a interesarse en otros modelos educativos y todo confluyó de forma natural.

A partir de ahí la dirección estaba tomada con el liderazgo de los profesionales y la Amypa pasa a tener el papel de acompañar este proceso. Es así como estamos conociendo la propuesta abierta que Basaburua tiene y sobre la que tenemos que decidir: Eskola bat herriarentzat, herri bat eskolarentzat.

Y ahora, resulta que hace apenas un par de semanas, nos han presentado una propuesta educativa nueva que, en parte, está ya en marcha. ‘Una escuela para el pueblo. Un pueblo para la escuela’.

El plan está en debate. Nosotras sentimos que la pelota están en nuestro tejado. O mejor diría yo, que es el mismo tejado, el que cubre la escuela y el que cubre nuestras casas. El tejado más importante es el nuestro propio, el de cada uno, el cuerpo de cada uno de los niños, madres y maestras que estamos ahí.

Yo personalmente, siento que esa sensación de inquietud y recelo que me provocaba la escuela se está transformando en otra cosa. En esa transformación, me alimentan mis hijas y también en gran medida mis pares, otras madres y padres con las que puedo intercambiar y compartir anhelos, sustos y sueños. Ahora vivo todo esto cuando de pequeña en septiembre volvía a la escuela, con mucha emoción y curiosidad.

1 iruzkin:

  1. Anonimoa23:49

    Muy bonito el texto. No pude estar en el debate pero encuentro palabras, deseos, bonitos en esta intervención.
    Eskerrik asko.

    ErantzunEzabatu